La Bienal de Literatura es una fiesta literaria. Esta tarde hay cena en el Mogambo, un restaurante famoso de Mérida. Todos los días hay presentaciones de libros en la librería la Ballena Blanca, que es una monada de librería. Ayer estuve hablando un rato con Enrique Vila-Matas, me dijo que se había enterado del nombre del hotel en el que estamos alojados en Mérida porque lo leyó en una entrada de mi blog (total que yo había escrito mal el nombre del hotel, porque no es "las pedrosas" sino "la pedregosa"); y me contó una historia soberbia sobre las identidades de los escritores y sobre los desconocimientos. La historia que me contó Enrique se parece mucho a un cuento de Francisco Ayala, se lo he dicho esta mañana en el desayuno. Remito a la web de la Bienal para ver todos los actos y participantes. Son muchos los actos y los escritores participantes y mi cabeza no da para tanto: http://bienalpiconsalas.blogspot.com
Me baño en la piscina y miro las nubes.
Hoy me han hecho una entrevista y para poner un ejemplo de la materialidad de las cosas he empleado un televisor de plasma que había en el restaurante. Qué bien, tío.
Escribo esto en este ordenador diminuto mientrras suena Patti Smith en el móvil. Esta mañana he estado en un mercado famoso en Mérida. Me he comprado una estatua de 1,80 de Bolívar. Me la mandarán a Esapaña, debidamente embalada, por MRW; aquí hay MRW.
Los loros siguen gritando en medio del patio del hotel. Son loros abrsadaoramente festivos. En el loby del hotel hay un trasiego interminable de escritores que van y vienen. Es como una autopista en donde los coches son los escritores. Me siento en el sofa del loby y veo pasar escritores: unos van a escuchar a otros escritores, otros hablan por el móvil (celular), otros charlan, otros van a la sauna, otros se marchan en un taxi, otros compran libros en la librería improvisada de la Bienal, otros contestan emails desde los portátiles, otros contestan a las preguntas de los periodistas o de los lectores. Muy bien.
Ya suena Johnny Cash, la siguiente pista de mi móvil. Ya me conozco muy bien las clases de cerveza venezolanas: me gusta una que se llama Zulia.
Me baño en la piscina y miro las nubes.
Hoy me han hecho una entrevista y para poner un ejemplo de la materialidad de las cosas he empleado un televisor de plasma que había en el restaurante. Qué bien, tío.
Escribo esto en este ordenador diminuto mientrras suena Patti Smith en el móvil. Esta mañana he estado en un mercado famoso en Mérida. Me he comprado una estatua de 1,80 de Bolívar. Me la mandarán a Esapaña, debidamente embalada, por MRW; aquí hay MRW.
Los loros siguen gritando en medio del patio del hotel. Son loros abrsadaoramente festivos. En el loby del hotel hay un trasiego interminable de escritores que van y vienen. Es como una autopista en donde los coches son los escritores. Me siento en el sofa del loby y veo pasar escritores: unos van a escuchar a otros escritores, otros hablan por el móvil (celular), otros charlan, otros van a la sauna, otros se marchan en un taxi, otros compran libros en la librería improvisada de la Bienal, otros contestan emails desde los portátiles, otros contestan a las preguntas de los periodistas o de los lectores. Muy bien.
Ya suena Johnny Cash, la siguiente pista de mi móvil. Ya me conozco muy bien las clases de cerveza venezolanas: me gusta una que se llama Zulia.
2 comentarios:
Querido Manuel,
TODOS (o algunos) dicen de ti que eres la gran ESPERANZA BLANCA.
Yo CONFÍO en los devotos (TUS DEVOTOS).
He comprado velas y relicarios.
Acepto también tu poesía.
Nos gusta Manuel Vilas, nos gusta Johnny Cash, nos gusta Manuel Vilas, nos gusta Elvis, nos gusta Manuel Vilas, nos gusta Lou Reed, nos gusta Manuel Vilas, nos gusta The Who, nos gusta Manuel Vilas...
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