domingo, 30 de agosto de 2009

Gran Vilas en tránsito de Buenos Aires a Lima

Ayer, en Buenos Aires, paseando por la calle Florida, no se me ocurrió otra cosa que limpiarme los zapatos en un limpiabotas. El caso es que tardó media hora en lustrarme los zapatos. Son mis zapatos favoritos. Bien, pues de grises me los pasó a marrones. El tipo se reía. Me destrozó los zapatos. De vez en cuando, se rascaba los brazos, me dijo que le habían picado los mosquitos. Mis zapatos se convirtieron en un amasijo de crema marrón goteante. Me estaba angustiando. Seguía rascándose. Ahora los tobillos. Volvió a decir que le habían picado los mosquitos. Yo le dije "pero si no hay mosquitos". Mis zapatos eran de un gris maravilloso, los compré en Córdoba (Spain), y da gloria verlos, un color originalísimo. Ahora son marrones insípidos y de un brillo falso muy sospechoso.
Por la noche cogí el vuelo Buenos Aires-Lima. Ahora estoy en Lima. Me pegué todo el vuelo durmiendo. Una señora peruana me dijo "qué sueño más rico tiene usted". Yo, que soy medio insomne de toda la vida. Ahora estoy alojado en un hotel que se llama Casa Andina, antes estuve en otro que se llamaba La Antigua, y en Buenos Aires estuve en uno medio francés que se llamaba "Marseille des Anges". Acabo de desayunar y he tomado un café que estaba buenísimo.
Ahora tengo que luchar con la maleta. La maleta es como gobernar un país. No sé dónde poner, por ejemplo, los calcetines. Ah, y perdí mi jersey negro favorito, una desgracia comparable a la de los zapatos. No me interesan las catedrales ni los monumentos ni los museos de las ciudades, me interesan mis zapatos. Mis zapatos de diseño son un logro político superior a la arquitectura colonial. Vilas, no te pases, siempre igual, tío. Descansa. Muchos besos. Esta noche vuelo a Madrid, con mis zapatos vampirizados por América. Ah, un beso para Chus Tudelilla por si está leyendo esto, que me dijo cosas muy chulas de Buenos Aires.

jueves, 27 de agosto de 2009

Desde la ciudad de BUENOS AIRES

Estoy en Buenos Aires ahora; tengo que escribir telegráficamente, porque me esperan. Es sorprendente el calor que está haciendo aquí, siendo que es invierno. Me alojo en un hotel de Recoleta. Me ha encantado la calle Florida, parecía una avenida de Manhattan. Esta mañana he dado un taller de creación literaria en el CCEBA. Me asombra que haya tantas tiendas y tantas librerías. Reinan las tiendas de ropa y las zapaterías. Debería de comprarme unos zapatos nuevos. Me asaltan muchas dudas. No sé muy bien qué es el mundo.
Mañana viernes, a las 7 de la tarde, doy una conferencia en el CCEBA, pero en la sede de la calle Paraná, que está en Recoleta. Me acompañará el periodista Martín Pérez. Ayer conocí a Ricardo Piglia.
Me llaman de muchos medios periodísticos para entrevistarme: Parezco Octavio Paz.

martes, 25 de agosto de 2009

Desde la ciudad de LIMA

Estoy en Lima ahora. No tengo demasiado tiempo para escribir aquí, ahora; seré, pues, casi telegráfico. Es un invierno húmedo el de Lima. Esta mañana he dado un taller de 3 horas. Luego he hablado con varios periodistas de distintos medios de Lima. Eran periodistas jóvenes. Ayer estuve viendo la Catedral, y otras iglesias del centro histórico, con May Rivas, que es la coordinadora de literatura del Centro Cultual de España en Lima. También he estado en un centro comercial del barrio de Miraflores. He visto cuchillas de afeitar Gillete más baratas que en España, y estaban hechas en México. Ponía "hecho en México". Había una gran abundancia de quesos. Con el frío de aquí, de repente me ha parecido que era Navidad y no agosto.
Mañana tengo más taller y una conferencia por la tarde, luego, de madrugada vuelo a Buenos Aires. Ahora me iré a tomar con unos amigos un Pisco Sour, claro. El Pisco Sour es un cóctel excelente. Tendría que contar muchas más cosas, pero estoy agotado. Ya escribiré luego. Y sigo con el jet lag en la cabeza, que no hay manera, no.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Reseña del libro "Cuando Kafka vino hacia mí" (Acantilado, 2009), publicada en LA TORMENTA EN UN VASO


CUANDO KAFKA VINO HACIA MÍ, Hans-Gerd Koch (ed.)





Hans-Gerd Koch ha reunido en el volumen titulado Cuando Kafka vino hacia mí, traducido por Berta Vias Mahou para la editorial Acantilado, diversos testimonios sobre Kafka de amigos, familiares, amantes, compañeros de trabajo, vecinos y conocidos. En primer lugar, he de decir que la traducción de Berta Vías es excelente; diría que más que excelente, porque la traducción de Vias se convierte en una prosa castellana fascinante, capaz de captar ese aroma tan espiritual como difuso que impregna los testimonios sobre Kafka. El libro de Koch es una especie de Nuevo Testamento sobre el autor de “El Proceso”. Como yo soy kafkiano acérrimo, el libro me ha entusiasmado. En estos textos que informan sobre la vida privada de Kafka se insiste en la tradicional imagen angelical del autor de la “Carta al padre”, imagen que inauguró en su día el magnífico libro sobre Kafka de Max Brod. Ya dijo Steiner que Kafka tenía la fuerza de los creadores de religiones, y este libro de Koch ofrece un variado ramillete de recuerdos biográficos donde late la impresión de que Kafka era un ser especialísimo, un ser humano de virtudes excepcionales, siempre original, siempre seductor y con un pie en lo sobrenatural, y siempre intensamente bondadoso. El texto de Milena Jesenská es, en ese sentido, muy hermoso y muy revelador.
La transformación de Kafka en una especie de Cristo no me parece casual. Su renuncia, ya voluntaria o involuntaria, a convertirse en un escritor profesional, dentro del contexto de su tiempo, le libró de las ambiciones ordinarias y lo elevó a categoría de mito fundacional de la literatura indie. Por otro lado, Kafka sigue siendo, junto con Joyce, el escritor más importante del siglo XX, y probablemente lo es porque sus novelas supieron encarnar las grandes y misteriosas y nuevas alienaciones que se cernían sobre el ser humano. El kafkiano profesional busca en la vida de Kafka indicios y soluciones a la oscuridad alegórica de las novelas de Kafka. En ese sentido, este libro es importante. Porque en este libro sale reforzado el judaísmo de Kafka, y estos testimonios recogidos por Koch avalan las interpretaciones judaizantes de la obra de Kafka, las que, en su día, avanzó Brod y que luego le fueron tan duramente censuradas. Todo cuanto vamos sabiendo de Kafka apunta con fuerza hacia el judaísmo, de modo que los exegetas madrugadores que se apresuraron a señalar ese entramado judío de la obra de Kafka van ganando sobre los exegetas que se han esforzado en secularizar a Kafka, aunque el resultado final es el mismo, y el resultado final es el que he dicho antes: Kafka como mito fundacional de la literatura del siglo XX y su literatura como la mayor representación literaria de la alienación contemporánea. Pero quiero pensar que quedan rincones menos santísimos en la vida de Kafka. Hay algo siempre peculiar en Kafka: sus tres grandes novelas (“América”, “El castillo” y “El proceso”) contienen un simbolismo autobiográfico muy complejo. Ese simbolismo hace que libros como este de Koch (o como los de Gustav Janouch y Max Brod) sean muy necesarios a la hora de tratar, o de negociar, o de sucumbir ante el misterio Kafka.

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Hans-Gerd Koch (ed.), Cuando Kafka vino hacia mí, traducción de Berta Vias Mahou, Acantilado, Barcelona, 2009.

domingo, 9 de agosto de 2009

TALLER LITERARIO Y CONFERENCIA EN LIMA (PERÚ) EN EL CENTRO CULTURAL DE ESPAÑA

Martes 25 de agosto (7:30 p.m.) Conferencia Una aproximación a mi obra literaria, a cargo del escritor español, Manuel Vilas, comenta el escritor y periodista peruano Enrique Planas.

Lunes 24 y martes 25 (10:00 a.m. a 1:00 p.m.) Taller de autor Ficción y autoficción, más allá de los géneros literarios, a cargo del escritor español Manuel Vilas.

Dirigido a 15 jóvenes escritores y escritoras. Presentar CV a ccelimatalleres@gmail.com El plazo vence el 20 de agosto, a las 6:00 p.m.

sábado, 8 de agosto de 2009

LA ESCRITORA COLOMBIANA MARGARITA POSADA DESCRIBE BOGOTÁ

foto: Margarita Posada


Le pregunté en un email a Margarita Posada que cómo era Bogotá, y me contestó esto:
Bogotá es caótica, grande, llena de edificios de ladrillo, con un cerro verde al oriente que es como la brújula para saber a dónde vas. Hace frío, pero no siempre es gris. Parece estar en un eterno otoño, pero verde, muy verde. Eso sí: por más maquillaje, tiene eso que tienen todas las ciudades latinas: somos algo nacos (como dirían los mexicanos). Es una ciudad que nunca va a ser del todo cosmopolita. Duele casi siempre porque hay muchos desplazados por la violencia que se paran en los semáforos a sobrevivir. A veces hasta duele que ni te duela. Yo vivo en un piso 18 que me deja ver gran parte de la metrópoli. Miro en silencio por la ventana, en un acto que me enseñó mi gato siamés, que no es mi gato, pero como si yo fuera suya. Me gustaría ser Rapunzell, pero a veces todo lo que veo desde aquí me es suficiente para no querer salir.

viernes, 7 de agosto de 2009

LANZAROTE IV, APUNTE ULTRALIGERO


Dentro de 20 años, Lanzarote puede ser bilingüe: inglés y español. Pero poco a poco el español será desplazado por el inglés; en 40 años, en Lanzarote, el español será la lengua familiar de la hostelería, de los camareros y del servicio doméstico.
De repente, cuando estaba en mitad de la Playa de Papagayo, es decir, en mitad del Paraíso, me han entrado ganas de volver a Londres, la ciudad de mi larga juventud.
He percibido en mi cogote, mientras nadaba libremente en mitad de la Playa de Papagayo, el aliento jadeante de la Reina de Inglaterra.

lunes, 3 de agosto de 2009

LANZAROTE III


Hoy he nadado en la Playa de Famara, siguiendo los consejos del escritor tinerfeño Víctor Yanes, a quien iré a ver mañana, pero no en ferry, sino nadando.

Tuve que devolver el Saab Cabrio, y ahora viajo por la isla en un Chevrolet Matiz, un coche enano, impropio del nombre Chevrolet. Me enamoro de la isla cada día más. Me he comprado un bañador nuevo, de una tela muy áspera (o así me lo parece a mí), pero que seca enseguida. Me quedo contemplando cómo se seca mi bañador. He estado en la Playa de las Mujeres, cerca de la Playa de Papagayo. En efecto, había muchas mujeres. Había una exhibición de pechos de mujeres. Había una inquietante variedad de pechos. No todos eran reales.

Es difícil elegir bien un bañador. Creo que me he equivocado. Parece un velero mi bañador. Es muy grande. Cabemos dos. Es que somos dos.

He pensado en Kafka toda la mañana. He imaginado que Kafka resucitaba y se venía a vivir a Lanzarote. Y encontraba en Lanzarote un trabajo de vigilante de la playa, pues Kafka nadaba muy bien. Era un gran nadador.

domingo, 2 de agosto de 2009

LANZAROTE, II


Hoy he nadado en las Playas de Papagayo. La ola de calor cesó. En consecuencia, el calor ya no me habla. Se está mejor, es más agradable la temepratura, pero, como digo, el calor ha enmudecido. Quienes sí me han hablado hoy han sido los peces de las Playas de Papagayo. He buceado al lado de los peces, y estos me han dicho "eh, muchacho, qué bien nadas, pareces de los nuestros". Como con el calor ayer, les he preguntado que por qué me llamaban muchacho. Y todos los peces han contestado "porque te hace feliz; incluso muy feliz". Y se han ido.
Me he alquilado un Saab descapotable. Qué bien. Parecía un Teniente Coronel. Qué luz. Cuánta gracia. Qué morenazo estoy. Cómo me brilla la piel. Qué gracia el subir y bajar de la capota; con qué perfección desciende y con qué perfección se recoge la capota del Saab.
Y el Saab descapotable es automático. Qué bonito es un coche automático.
Mi corazón también es un corazón automático.

sábado, 1 de agosto de 2009

LANZAROTE


Te pones moreno en la gran tierra de los hombres. Anoche llegué a Lanzarote y hacía un calor inexplicable, más allá de la razón climática, si es que existe tal razón como sí existe, por ejemplo, la razón pura. Sin embargo, hablaba; me refiero a que el calor hablaba, pues me dijo esto: “Eh, muchacho, bienvenido a Lanzarote”. Yo le pregunté que por qué me llamaba muchacho, y me contestó con fuerza “porque te hace feliz; muy feliz incluso”.
Pero mis gafas Carrera, que son nuevas, recién estrenadas, se me han rayado esta mañana en la playa, por culpa de la tormenta de arena. Cómo hiere estrenar algo y que ese algo se destruya al instante.
Hay un pez que se llama Viejita. Lo cocinan a la plancha.
He paseado por la Paya de los Pocillos con mi MP3 a tope, escuchando a Elvis, el jefe ardiente. He pensado que la arena salvaje se metería por el puerto de mi MP3 y que lo destruiría todo, incluido este ordenador portátil, adonde llegaría la arena asesina a través del puerto del MP3. Pero he puesto mi dedo salvador en el puerto del MP3 y le he dicho al MP3 “tranquilo”. La tormenta de arena no cesa. El calor es de carácter final, apocalíptico.
Espero.
Qué bien. Todo está ardiendo, y encima el calor es colega.