Yo llevaba un perfume de oscuridad y carmín de tristeza en los labios,
y hombres sin sombra vertían en sus copas una bebida amarga y ambarina
que ellos llamaban oportunidad y yo llamaba desaliento.
Yo viví en otro tiempo bajo un toldo pintado de sangre.
Mi desesperación resonaba en el aire con el sonido agudo de una trompeta plateada
y los gallos cantaban al amanecer como heraldos
de la miseria. Entonces yo llevaba
el corazón colgado de una fina cadena,
en mi cuello nevado
parecía un rubí.
En aquel tiempo, yo tenía
la edad incalculable de mi miedo…
7 comentarios:
Te remito a mi blog http://desdeldesvan.blogia.com donde podrás encontrar hermosos campos de amapolas, esta vez sí, un poema en rojo.
Gracias.
Mariano Ibeas
A veces las sombras de la noche nos traen las lunas rojas como si en ellas habitara la ira...o el casi imposible de nuestros deseos ..un campo de amapolas sembradas en ella.
abrazos rojos.
Olé´
Pepe Cerdá
Buen termómetro del aforo!!!
"Inobjetable". Lo que es, es y respira.
No es una gamberrada tanta resolución?
No importa lo que hagas con las noches y sus sombras. Lo que importa es que el miedo no te impida caminar, a pesar de que tus pasos dejen rojas sus huellas.
Bonito poema Isabel.
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