El Subinspector Vilaç y el Comisario Gonçales (fotografía inferior) se marcharon de Z a última hora de ayer, con destino Londres. La pista zaragozana se desmorona. Los dos altos cargos de la policía lusa agradecieron al alcalde de Zaragoza la inestimable ayuda técnica. Según se ha sabido, los policías portugueses han recibido órdenes de trasladarse a Londres, con el fin de interrogar a los amigos de los MacCann. Scotland Yard quiere colaborar estrechamanete con el Subinspector Vilaç y el Comisario Gonçales y para eso ha puesto a su disposición el perro Diógenes (fotografía superior), especialmente adiestrado para pasar desapercibido entre los muertos.
sábado, 15 de septiembre de 2007
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6 comentarios:
Bon Voyage! a los dos. Buena idea haber conseguido ese perrito se ve bastante cosmopolita. Estoy segura de que algo encontraran allí, que no supieron encontrar en tierras lusas.
Un abrazo, MVV.
Jodo, Diógenes... el santoral ya no es lo que era. Conozco a un perro que se llama Chopin y a otro que se llama Béla. Si esta gente levantara la cabeza, te la cortaban (la cabeza, claro).
¿Qué le has hecho al pobre perro?
¿Ahora subinspector?
te han dado a lindo pulgoso...
Perdona, comisario Vilaç, pero el perro o es portugués o ha vivido en KLisboa últimamente...el pavimento de la calle no traiciona.
Feliz regreso a este lado negro de la vida.
Mariano Ibeas
Se comenta que los detectives Gonçalez y Vilaç, antes de partir hacia Londres, recrearon el escenario del crimen (suponiendo que haya habido crimen) en Z. Reservaron mesa en uno de los mejores restaurantes de la ciudad, se vistieron con atuendos veraniegos (elegantes, frescos, livianos), y dejaron, a modo de descendencia, tres perritos en la pensión en la que se hospedaban. El mayor de todos ellos era Diógenes, obsequio de la casa consistorial, el mediano y gemelo era Golo, y la cachorra respondía al nombre de Bety. Ya en el restaurante, Vilaç y Gonçalez acordaron que cada 20 minutos uno de ellos iría a la pensión para comprobar que todo estaba en su sitio. La cena transcurrió con normalidad y cuando llegaron a los postres el balance gastronómico era el siguiente: Cordornices con Capote Rojo, Pollo a la chilindron, fritada de conejo con caracoles, perdiz estofada, carrilleras de ternera, cazuela de cordero patagónico, alubias estofadas con chorizo de jabalí, bacalao dorado y 14 botellas de vino somontano. El subinspector Vilaç se levantó, se desabrochó el cinturón del pantalón y le dijo a Gonçalez que pidiera un surtido de tartas ibéricas mientras él iba a la pensión a ver cómo estaban los cachorros. Cuando entró en la humilde y ordenada habitación de la posada, Vilaç se dio cuenta de que la pequeña Bety había desaparecido. Entonces, entró en el cuarto de baño, se puso a mear y llamó al comisario Gonzalez: “Ha sucedido exactamente lo que pensamos”, le dijo.
Tras repasar los hechos con minuciosidad, los dos inspectores lusitanos llegaron a una misma conclusión: los únicos que saben exactamente lo que pasó son los perros y los borrachos; los niños y todos los que vaciaron las 14 botellas de vino. Luego hicieron las maletas y se marcharon hacia al aeropuerto. En el camino, hicieron una pequeña parada para visitar a Lena, la gran perra de Z, el mejor agujero canino Cetísima.
André Lebran.
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