SOBRE SOMBRA DEL PARAÍSO
Si hay un título de libro que me lleva fascinando desde mi adolescencia ese es Sombra del paraíso. Me fascina más que otros que también me subyugaron: Desolación de la quimera, Aire nuestro, y el también aleixandrino La destrucción o el amor. El 27 titulaba muy bien, alcanzaron la excelencia. Tengo la sospecha de que Aleixandre lleva viviendo ya un tiempo largo en el Purgatorio de la poesía española. Suele ocurrir en nuestra literatura. A lo mejor toca ya la resurrección de Vicente Aleixandre. En esa resurrección, yo creo que Sombra del paraíso ha de tener un protagonismo especial. La alta maquinaria retórica de la poesía aleixandrina alcanzó en este libro de 1944 su madurez, incluso su esplendor, y en alguna medida, se vaticinaba también su final. Yo imagino que Aleixandre tenía que encenderse por dentro al escribir los poemas de Sombra del paraíso. Esos poemas tienen algo de éxtasis. Creo que esos poemas debieron darle mucha felicidad, mucha pasión, o como decimos ahora “mucha energía positiva”, porque son poemas épicos. La colectivización del sentimiento y de la energía creadora, en mi opinión, es más satisfactoria para un creador que la exposición pública de un “yo” privado. Estoy hablando de placeres personales, no de conquistas literarias. Intuyo que el poeta que escribió Sombra del paraíso buscaba la invocación de lo colectivo. Y eso, en 1944, con la España de entonces, tiene su especial connotación. Sobre todo si el libro de Aleixandre se pone en relación con otro libro de 1944, con Hijos de la ira de Dámaso Alonso, otro libro épico. He de decir que, personalmente, los dos libros me encantan. Y me produce cierta perplejidad que sean tan distintos: la épica abstracta aleixandrina frente a la épica realista o figurativa de Alonso. ¿Fue la Guerra Civil y el régimen inaugurado tras ella quienes despertaron avidez épica o instintos colectivos en Aleixandre y Alonso? Aleixandre ya había sido épico antes. Ya había sido abstracto antes. Llama la atención que el poeta perseverase en la abstracción después de haber vivido una guerra civil y el comienzo de un régimen político nauseabundo. ¿Un tesón privado? ¿Fidelidad inagotable a una concepción de la poesía más allá de la realidad, más allá de los hombres y de la verdad común? Luis Cernuda abandonó la abstracción, y lo hizo tras la guerra. Aleixandre no. No quisiera que se viera en ello ningún juicio de valor por mi parte. La literatura tiene sus leyes y estas no siempre se rigen por la brújula de la historia política. Perseverar en una visión estetizante del mundo, en una épica cósmica, y por tanto neorromántica, y hacerlo en la España de 1944 tiene una originalidad moral digna de ser atendida o auscultada.
Una de las dificultades que encuentra un lector de 2009 ante Sombra del paraíso es el barroquismo, la extremada ornamentación, un cierto amaneramiento con tendencia a lo cursi (el uso de la palabra “testa” en el poema “Padre mío”, por citar un ejemplo), el flujo abrasivo de los epítetos y la acumulación de estructuras sintácticas que se repiten y se alargan casi sin fin. Y Aleixandre no exhibe toda esa maquinaria retórica con intención narrativa, sino como una irradiación de significados difusos, vagos, imprecisos. Tal vez por eso, el resurgimiento de la poesía de Aleixandre en este siglo XXI debería hacerse proponiendo a Aleixandre como poeta visionario, cercano a un Blake. De ser un poeta visionario a ser un poeta místico va poco trecho. Recolocar en la historia literaria a Sombra del paraíso como un libro místico también, intuyo, podría contribuir a una relectura fértil de Aleixandre, tal vez una lectura nueva. Sí pienso que Aleixandre está necesitado de un redescubrimiento, de una exploración distinta. Un misticismo anterior a Auswitch, eso es Aleixandre en cierto modo. Porque la conciencia de la alienación histórica, del fracaso histórico real, no está en Aleixandre. También deberíamos hablar de un misticismo de sensibilidad homoerótica. Un misticismo de homosexualidad sublimada. Imagino que a Aleixandre le satisfaría ver cómo sus coetáneos, sus críticos y lectores, incluso sus poetas amigos, leyeron su poesía como transida por un aliento cósmico de entramado simbólico en vez de por una pasión homoerótica de raíz corporal. No creo que deba ocultarse u orillarse por más tiempo la circunstancia biográfica de la homosexualidad de Aleixandre porque pesa en los resortes retóricos de su poesía, gravita en la elección de adjetivos, sacude constantemente su mundo físico, y está detrás de su concepto del amor. Incluso su tendencia a la abstracción amorosa y su invocación de la infancia como paraíso pueden ser una forma de oscurecer un instinto homoerótico.
Hay en Sombra de paraíso ( y esto que voy a decir ahora es lo que más me seduce de este libro) un estado explosivo de la lengua española, hay una deflagración lingüística, una sonoridad fatigante, una insistencia terca en reedificar el español con arreglo a un paradigma que sigue pareciéndome tan válido como misterioso, tan estetizante como sobrenatural. Del misticismo de los contenidos del libro se puede pasar al irracionalismo que ordena la construcción gramatical. Hay poemas que no aceptan ninguna exégesis racional, que crecen sobre lo gratuito de la forma. Es un estado sólido del español. También le pedimos eso a la poesía: la creación de un modelo de lengua. Sin embargo, volvemos otra vez al laberinto aleixandrino: la evolución de la poesía española de las últimas décadas busca más un modelo de moralidad histórica reconocible que un modelo de lengua cuya aspiración es lo sublime. La misma idea de lo sublime ya no está vigente, desde hace mucho. La ucronía hölderliniana de Sombra del paraíso es simultáneamente lo mejor y lo peor del libro. Esa ucronía nos fascina, y nos cansa.
Hay que releer Sombra del paraíso. Sigue siendo un libro misterioso. Creo que debemos abordarlo de otra forma. No se pueden repetir las lecturas históricas de este libro porque lo abocan a un pasado sin retorno. Sombra del paraíso es un libro épico. Afirma con rotundidad la vida. Su lenguaje es anterior a la caída en la malignidad de la Historia. Es un libro arcangélico metido en la entraña maligna del siglo XX. En el fondo, es un libro sin sentido. Y eso me gusta. La euforia de Sombra del paraíso debe de ser redescubierta. Es un libro eufórico, es un libro poderoso. Es un libro chamánico. Es un spa metafísico. Es un caribe andaluz. Como todo lo que tiene poder, abruma. Como todo lo que tiene poder, nos conduce a otro tiempo, a un tiempo anterior, a un tiempo primordial y muy antiguo, muy lejano. Como todo lo que tiene poder, nos predispone en contra, y sin embargo, no podemos dejar de mirar ese flujo de adrenalina, ese flujo de epítetos hasta la saciedad, ese lujo sin sentido hoy, ese “azul grave, pleno, serenísimo”.
Yo amo este libro.
Si hay un título de libro que me lleva fascinando desde mi adolescencia ese es Sombra del paraíso. Me fascina más que otros que también me subyugaron: Desolación de la quimera, Aire nuestro, y el también aleixandrino La destrucción o el amor. El 27 titulaba muy bien, alcanzaron la excelencia. Tengo la sospecha de que Aleixandre lleva viviendo ya un tiempo largo en el Purgatorio de la poesía española. Suele ocurrir en nuestra literatura. A lo mejor toca ya la resurrección de Vicente Aleixandre. En esa resurrección, yo creo que Sombra del paraíso ha de tener un protagonismo especial. La alta maquinaria retórica de la poesía aleixandrina alcanzó en este libro de 1944 su madurez, incluso su esplendor, y en alguna medida, se vaticinaba también su final. Yo imagino que Aleixandre tenía que encenderse por dentro al escribir los poemas de Sombra del paraíso. Esos poemas tienen algo de éxtasis. Creo que esos poemas debieron darle mucha felicidad, mucha pasión, o como decimos ahora “mucha energía positiva”, porque son poemas épicos. La colectivización del sentimiento y de la energía creadora, en mi opinión, es más satisfactoria para un creador que la exposición pública de un “yo” privado. Estoy hablando de placeres personales, no de conquistas literarias. Intuyo que el poeta que escribió Sombra del paraíso buscaba la invocación de lo colectivo. Y eso, en 1944, con la España de entonces, tiene su especial connotación. Sobre todo si el libro de Aleixandre se pone en relación con otro libro de 1944, con Hijos de la ira de Dámaso Alonso, otro libro épico. He de decir que, personalmente, los dos libros me encantan. Y me produce cierta perplejidad que sean tan distintos: la épica abstracta aleixandrina frente a la épica realista o figurativa de Alonso. ¿Fue la Guerra Civil y el régimen inaugurado tras ella quienes despertaron avidez épica o instintos colectivos en Aleixandre y Alonso? Aleixandre ya había sido épico antes. Ya había sido abstracto antes. Llama la atención que el poeta perseverase en la abstracción después de haber vivido una guerra civil y el comienzo de un régimen político nauseabundo. ¿Un tesón privado? ¿Fidelidad inagotable a una concepción de la poesía más allá de la realidad, más allá de los hombres y de la verdad común? Luis Cernuda abandonó la abstracción, y lo hizo tras la guerra. Aleixandre no. No quisiera que se viera en ello ningún juicio de valor por mi parte. La literatura tiene sus leyes y estas no siempre se rigen por la brújula de la historia política. Perseverar en una visión estetizante del mundo, en una épica cósmica, y por tanto neorromántica, y hacerlo en la España de 1944 tiene una originalidad moral digna de ser atendida o auscultada.
Una de las dificultades que encuentra un lector de 2009 ante Sombra del paraíso es el barroquismo, la extremada ornamentación, un cierto amaneramiento con tendencia a lo cursi (el uso de la palabra “testa” en el poema “Padre mío”, por citar un ejemplo), el flujo abrasivo de los epítetos y la acumulación de estructuras sintácticas que se repiten y se alargan casi sin fin. Y Aleixandre no exhibe toda esa maquinaria retórica con intención narrativa, sino como una irradiación de significados difusos, vagos, imprecisos. Tal vez por eso, el resurgimiento de la poesía de Aleixandre en este siglo XXI debería hacerse proponiendo a Aleixandre como poeta visionario, cercano a un Blake. De ser un poeta visionario a ser un poeta místico va poco trecho. Recolocar en la historia literaria a Sombra del paraíso como un libro místico también, intuyo, podría contribuir a una relectura fértil de Aleixandre, tal vez una lectura nueva. Sí pienso que Aleixandre está necesitado de un redescubrimiento, de una exploración distinta. Un misticismo anterior a Auswitch, eso es Aleixandre en cierto modo. Porque la conciencia de la alienación histórica, del fracaso histórico real, no está en Aleixandre. También deberíamos hablar de un misticismo de sensibilidad homoerótica. Un misticismo de homosexualidad sublimada. Imagino que a Aleixandre le satisfaría ver cómo sus coetáneos, sus críticos y lectores, incluso sus poetas amigos, leyeron su poesía como transida por un aliento cósmico de entramado simbólico en vez de por una pasión homoerótica de raíz corporal. No creo que deba ocultarse u orillarse por más tiempo la circunstancia biográfica de la homosexualidad de Aleixandre porque pesa en los resortes retóricos de su poesía, gravita en la elección de adjetivos, sacude constantemente su mundo físico, y está detrás de su concepto del amor. Incluso su tendencia a la abstracción amorosa y su invocación de la infancia como paraíso pueden ser una forma de oscurecer un instinto homoerótico.
Hay en Sombra de paraíso ( y esto que voy a decir ahora es lo que más me seduce de este libro) un estado explosivo de la lengua española, hay una deflagración lingüística, una sonoridad fatigante, una insistencia terca en reedificar el español con arreglo a un paradigma que sigue pareciéndome tan válido como misterioso, tan estetizante como sobrenatural. Del misticismo de los contenidos del libro se puede pasar al irracionalismo que ordena la construcción gramatical. Hay poemas que no aceptan ninguna exégesis racional, que crecen sobre lo gratuito de la forma. Es un estado sólido del español. También le pedimos eso a la poesía: la creación de un modelo de lengua. Sin embargo, volvemos otra vez al laberinto aleixandrino: la evolución de la poesía española de las últimas décadas busca más un modelo de moralidad histórica reconocible que un modelo de lengua cuya aspiración es lo sublime. La misma idea de lo sublime ya no está vigente, desde hace mucho. La ucronía hölderliniana de Sombra del paraíso es simultáneamente lo mejor y lo peor del libro. Esa ucronía nos fascina, y nos cansa.
Hay que releer Sombra del paraíso. Sigue siendo un libro misterioso. Creo que debemos abordarlo de otra forma. No se pueden repetir las lecturas históricas de este libro porque lo abocan a un pasado sin retorno. Sombra del paraíso es un libro épico. Afirma con rotundidad la vida. Su lenguaje es anterior a la caída en la malignidad de la Historia. Es un libro arcangélico metido en la entraña maligna del siglo XX. En el fondo, es un libro sin sentido. Y eso me gusta. La euforia de Sombra del paraíso debe de ser redescubierta. Es un libro eufórico, es un libro poderoso. Es un libro chamánico. Es un spa metafísico. Es un caribe andaluz. Como todo lo que tiene poder, abruma. Como todo lo que tiene poder, nos conduce a otro tiempo, a un tiempo anterior, a un tiempo primordial y muy antiguo, muy lejano. Como todo lo que tiene poder, nos predispone en contra, y sin embargo, no podemos dejar de mirar ese flujo de adrenalina, ese flujo de epítetos hasta la saciedad, ese lujo sin sentido hoy, ese “azul grave, pleno, serenísimo”.
Yo amo este libro.
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Manuel Vilas, "Letra Internacional", nº 104, otoño, 2009.
4 comentarios:
Manolo: creo recordar que fue Ignacio Caparrós, quien hace unos cuantos años -cuando estaba al frente del centro malagueño Generación del 27- publicó la edición facsímil de 'Sombra del paraiso' y ésta pasó sin pena ni gloria... Estoy de acuerdo contigo en la necesidad de (re)leer Sombra... De hecho, en cuanto llegue a casa y tras hacer una tortilla de patatas, con patatas de Burbáguena -claro-,buscaré esa edición y lo reeleré una vez más. Me ha gustado tu artículo y me uno a tu iniciativa poética de releer Sombra... tras la cena. ¡Amén!
En realidad todo debería ser releído, no es una frivolidad, deberíamos releer más y pasar de los vivos, no por lógica sino por prisa. Manolo te dejo una foto tuya en mi blog, te pillé en la expo!
Acabo de leer una crítica de un disco de Cosecha Roja en el Ruta 66, y he supuesto que el Vilas en cuestión era usted. ¿Es la primera vez que escribe en el Ruta o había aparecido antes ya de percatarme yo? (en el caso de acertar en mi suposición, que casi estoy seguro).
Me gustó España, me encanta su poesía,
tan cercana.
Salud.
Pero esa ucronía tan cansina a veces, producto de muchos elementos en Aleixandre, se compensa una década después con su libro "Historia del corazón", aún más olvidado y que es una pequeña joya, humana y cálida y triste, a veces demasiado.
Abrazos.
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