ACTUR DREAM
Aún podía sentirse en el aire un reguero del Channel de Doña Leticia cuando llegué a la Expo. Qué resplandor. Qué luz política. Todo me pareció apabullante. No sabía por dónde empezar, así que seguí el reguero de la princesa hasta donde este se perdía, más allá de la Torre del Agua, en donde me encontré a un enigmático aragonés que me explicó a quién servimos. Servimos a una suerte de política ficción, de política publicitaria, que, en general, nos viene bien a todos. Me tomé una cerveza, y cargué con el vaso: el vaso vale un euro y es canjeable si lo guardas. Todos vamos con el vaso a cuestas, pero está bien. No me quejo. Que no se me olvidé que el primer conocimiento sociopolítico que me ha proporcionado la Expo es saber que en Andorra hay un Presidente de Gobierno, el cual representó a tan importante país en la noche de la inauguración, así lo repitió la 2 de TVE hasta la saciedad. Lo cierto es que no vino ni Sarkozy ni Bush ni Isabel II. Vino el Andorrano. Pero eso está bien. A mí el Andorrano me encanta. Veo el pabellón de Túnez y allí que me meto. Hay una hermosa tunecina que hace masajes en la espalda. Me hace un masaje estupendo. Salgo del masaje feliz. Me encuentro con que están inaugurando el pabellón de Polonia. Un montón de polacas vestidas de blanco flanquean la entrada. Finjo ser el alcalde de Juslibol y entro con las autoridades polacas, pero no hay tapas, sólo hay agua, qué pesadez con el agua. Como no hay tapas, dejo a los polacos. Veo que en el pabellón de México le están dando de lo lindo a las Coronitas. Me meto allí, con el vaso, y me bebo dos Coronitas: por fin un sitio donde pasan del agua. No me apetece subir a la Torre del Agua. Hay que subir andando. Me dice el enigmático aragonés que en un periódico nacional hoy llaman Marcelino Camacho a nuestro Marcelino Iglesias, a quien también me encuentro y saludo. Le digo que soy el alcalde de Alfajarín y me saluda con un abrazo. Qué bien. No me apetece montarme en el teleférico. Me meto en el pabellón titulado “Agua Extrema”. Allí te dan un chubasquero. Te ponen un video sobre sunamis y naufragios y esas cosas que pasan cuando el agua se pone borde, y te remojan un poco, como si lloviera. Es muy agradable. Me gusta todo esto.
Aún podía sentirse en el aire un reguero del Channel de Doña Leticia cuando llegué a la Expo. Qué resplandor. Qué luz política. Todo me pareció apabullante. No sabía por dónde empezar, así que seguí el reguero de la princesa hasta donde este se perdía, más allá de la Torre del Agua, en donde me encontré a un enigmático aragonés que me explicó a quién servimos. Servimos a una suerte de política ficción, de política publicitaria, que, en general, nos viene bien a todos. Me tomé una cerveza, y cargué con el vaso: el vaso vale un euro y es canjeable si lo guardas. Todos vamos con el vaso a cuestas, pero está bien. No me quejo. Que no se me olvidé que el primer conocimiento sociopolítico que me ha proporcionado la Expo es saber que en Andorra hay un Presidente de Gobierno, el cual representó a tan importante país en la noche de la inauguración, así lo repitió la 2 de TVE hasta la saciedad. Lo cierto es que no vino ni Sarkozy ni Bush ni Isabel II. Vino el Andorrano. Pero eso está bien. A mí el Andorrano me encanta. Veo el pabellón de Túnez y allí que me meto. Hay una hermosa tunecina que hace masajes en la espalda. Me hace un masaje estupendo. Salgo del masaje feliz. Me encuentro con que están inaugurando el pabellón de Polonia. Un montón de polacas vestidas de blanco flanquean la entrada. Finjo ser el alcalde de Juslibol y entro con las autoridades polacas, pero no hay tapas, sólo hay agua, qué pesadez con el agua. Como no hay tapas, dejo a los polacos. Veo que en el pabellón de México le están dando de lo lindo a las Coronitas. Me meto allí, con el vaso, y me bebo dos Coronitas: por fin un sitio donde pasan del agua. No me apetece subir a la Torre del Agua. Hay que subir andando. Me dice el enigmático aragonés que en un periódico nacional hoy llaman Marcelino Camacho a nuestro Marcelino Iglesias, a quien también me encuentro y saludo. Le digo que soy el alcalde de Alfajarín y me saluda con un abrazo. Qué bien. No me apetece montarme en el teleférico. Me meto en el pabellón titulado “Agua Extrema”. Allí te dan un chubasquero. Te ponen un video sobre sunamis y naufragios y esas cosas que pasan cuando el agua se pone borde, y te remojan un poco, como si lloviera. Es muy agradable. Me gusta todo esto.
VILADRICH
Tengo abierta la ventana de mi magnífico piso del Actur y entra la música de la Expo. Mi piso del Actur es tan grande –desde un punto de vista alegórico- como el pabellón de Aragón de la Expo. Vi en ese pabellón un cuadro que me encantó: “El héroe del Ebro” de Miguel Viladrich. La primera persona que me habló en serio del pintor Viladrich fue la crítica de arte Chus Tudelilla, de quien estoy intelectualmente enamorado. Viladrich es mi pintor favorito. Oigo música que entra por mi ventana. Mi piso del Actur se está revalorizando a la velocidad de la luz. Tengo miedo de morirme antes de ver esa revalorización imponente. Sería terrible morirme antes que Belloch. Me gusta tomar copas en la Expo. Básicamente, lo que hago en la Expo es comer y beber. Eso hice con el librero Paco Goyanes y su mujer Ana, que caminaba descalza por la Expo. Nos tomamos unos tequilas en el pabellón de México. Luego nos fuimos al pabellón de Polonia, donde los arenques están estupendos. Igual este es el gran verano de mi vida y ni lo había previsto. Me metí en el Acuario de la Expo y hablé con los peces. Había un pez que era clavadito a mí mismo. El Acuario de la Expo es una experiencia religiosa: todo encaja. Hay piscinas-matrix donde los peces viven como dioses griegos. Se creen que están en el Atlántico Norte, pero están en una piscina fabricada en el Polígono Industrial de Cogullada. Había un cocodrilo del que me enamoré instantáneamente. Estaba flotando sobre el agua de su acuario con una paz blasfema. La Expo es un adiós a la Catedral de Burgos, un adiós a Santiago de Compostela, aunque echo un poco de menos el románico cisterciense altoaragonés. El puente de La Mora (así me dijo el pintor José Luis Cano que llaman los taxistas al puente de la arquitecta iraquí Zaha Hadid) es el puente de mi vida. Me encanta ese puente. Te dan ganas de vivir en un puente, pero no debajo. La vida en Zeta está poniéndose al rojo vivo y encima no hace calor. Siempre me encuentro a amigos en la Expo. Me encanta ver el Pilar desde cualquier sitio de la Expo. No parece el Pilar de siempre. Parece el Pilar de una película de Woody Allen. En general, me enamoro de todo porque soy un buen tipo.
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Publicados en "Heraldo de Aragón" en esta última semana.
11 comentarios:
GENIAL!!!
Enamorarse de los cocodrilos tiene su morbo. Morrear esas descomunales fauces. Se me eriza la crin sólo de pensarlo. No un frailuco cualquiera, no, todo un obispo benedictino tentado a hacer cosas impías y zoofílicas.
Es usted genialmente audaz, que no audazmente genial.
Guauuu, sí, ferias todo el verano, ¡será, seguro, un gran verano! Lo cierto es que engancha. El Actur es una fiesta.
Prosa espléndida, monseñor, que bien cuando menos vale los 3,50 machacantes por botella de las Coronitas.
Felices y cansados. Félix Grande, genial: os lo habéis perdido por vagos y dormilones... Al Vilas, que sí que estaba le queda tajo en la Expo, pero es joven y aguanta. Bueno, que me voy a la playa algunos días. Besicos.
Te escuché ayer en "La estación azul". Bien, muy bien. Enrique.
@Vilas
Igual este no es el hilo correcto, pero quería felicitarte por tu artúculo de hoy (miércoles 25 de junio en Heraldo) sobre Dylan. Firmo uno tras otro tus argumentos. Una de las mayores decepciones musicales que he vivido. Dylan estuvo displicente, gris, soso, ausente, sin voz, repetitivo y, sobre todo, abuuuuurrriiidoooo. Dicen sus ultra fans -a mi me gusta, pero hasta cierto punto- que es así. Bueno es saberlo para no volver. Por cierto, yo me acordé durante todo el concierto que en aquel mismo lugar había visto a los Rolling. Que diferencia. Y eso que el momento más mágico de la noche de los Rolling fue cuando versionearon a Dylan. en fin, paradojas de la vida. Por cierto, me gusta tu blog
Dylan es un viejo coñazo de Casetas
Ese Enrique de lo de Casetas no soy yo, es decir, no es el Enrique que dijo lo de "La estación azul" y que suele escribir en este blog, que ése sí que soy yo (creo). Enrique.
Ese Enrique de lo de Casetas no soy yo, es decir, no es el Enrique que dijo lo de "La estación azul" y que suele escribir en este blog, que ése sí que soy yo (creo). Enrique.
Vamoavé, vamoavé. Habla Benedicto XVI ó XVII. En Galicia, Bieito. Dylan puede estar fosilizado. Admito ese presupuesto. Pero, coño-carallo-mecajoentó: que mañana canta Enrique Iglesias antes de la final de la mcopa de Europa de selecciones de fúrbo. Manolo, coñe, un ardorguerreroivibraennuestrasvocesydeamorpatriohenchidoelcuraçao... Que sí, que el Zimerman está en las últimas, boqueando los artículos de antaño pero es que mañana, MAÑANA, canta Enrique Iglesias. Por tu hijo, el que le gusta el fúmbol (¿Pablo o Diego?) no critiques a Dylan (aunque lo merezca): vete a las alcantarillas de Quique Iglesias. Y que te quiero, aínda por riba.
Rectifico: Daniel. Errare humanum estilísticamente hablando.Otro abrazo ou aperta galaica.
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