NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN
Se cumplen cincuenta años del nacimiento cinematográfico de James Bond. En 1962 se estrenó “Agente 007 contra el Dr. No”, dirigida por Terence Young e interpretada por Sean Connery y Ursula Andress. Aunque fue el escritor británico Ian Fleming quien se inventó a James Bond en 1952, cuando publicó la novela “Casino Royale”. Como siempre, la literatura fue por delante del cine.
He vuelto a ver “007 contra el Dr. No” y casi me muero de pena. En 50 años el mundo ha cambiado 500 años. Eso es lo primero que se advierte tras revisitar “007 contra el Dr. No”. No obstante, he imaginado la fascinación de los espectadores de 1962 ante el nacimiento de semejante mito cinematográfico; esos pobres espectadores de 1962 fascinados por las pistolas con silenciador, por la belleza y exuberancia de las novias de Bond, por su sangre fría, por su irónica caballerosidad, por su terco valor, audacia, soberbia, orgullo, narcisismo. Me han dado pena esos espectadores. Tanta pena como el propio 007. También me ha dado pena la bella Ursula Andress, que en “007 contra el Dr. No” hace de simia superdotada. Pero esa película de 1962 acertó de pleno en la creación de la banda sonora a cargo de John Barry y de Monty Norman, esa banda sonora fue trascendental, sin ella no habría habido mito. La música y las imágenes de falsa sangre con que se inician las películas de Bond contribuyeron al gran hallazgo audiovisual. Hay que recordar especialmente la banda sonora de “Goldfinger” (1964), tan dulzona y tan sexy. En “Goldfinger” comienza la opulencia de recursos hipnóticos de 007. La creación de un Mal sofisticado y visionario fue impactante en aquellos años sesenta. El Dr. No es el Maligno, quien gobierna una isla dedicada a la destrucción del mundo. Al volver a ver la película, también me ha dado pena el Dr. No. En general, la evolución de los seres humanos da un poco de pena. El mito de James Bond se basa precisamente en su constante actualización y renovación. El James Bond de 1962 es como un Seat 600 o un teléfono de rueda. Y el James Bond del siglo XXI, interpretado por Daniel Craig, es un Audi A8 o un iPhone. Entre tanto, la evolución del mito se cumplió en el tiempo a través de varios actores: George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y, finalmente, Daniel Craig. Todos eran muy guapos. Todos eran sofisticados. Todos eran una máquina de matar y una máquina de hacer el amor. Sexo y muerte y espionaje de fantasía piscodélica. Detrás de la invención de Bond, claro, estaba la decadencia del Imperio Británico. Bond es el último británico. Shakespeare y James Bond, eso es todo.
INMORTALIDAD
El mito se fue haciendo más complejo. El Sean Connery de 1962 es un personaje naïf. En “007 contra el Dr. No” su licencia para matar es el equivalente a una licencia para pescar truchas en ríos de montaña. Creo que Daniel Craig ha sido un hallazgo. Personalmente, Pierce Brosnan siempre me pareció un histrión de pelo teñido. Y Roger Moore era como demasiado británico, demasiado sonriente y pelirrojo, demasiado vikingo. 007 no puede sonreír tanto. Timothy Dalton no estaba mal, tenía un rostro de buena persona, e incluso de hombre normal, un rostro que podría calificarse incluso de vulgar. Roger Moore tiene en estos momentos 84 años. Medía un metro ochenta y cinco cuando en la década de los setenta se adueñó del mito de 007. La última vez que Roger Moore hizo de 007, Moore tenía 58 años. Esto, personalmente, me resulta alentador. Pero qué edad tiene realmente James Bond. El cine inventó las edades confusas, las edades irreales. Lo saben bien los guionistas y los directores. Nadie sabe la edad de James Bond porque James Bond es inmortal, es como Christopher Lambert en Los inmortales. Son los hombres sin edad del capitalismo iconográfico occidental. Pueden tener 30 años, pero también 50. Nadie lo sabe. Nadie sabe en qué momento sobreviene la inmortalidad, pero cuando sobreviene anula la edad real; entonces, Connery o Moore pueden tener 27 años o 57, da lo mismo. Esa es la grandeza de 007: no tiene edad, nunca nació. No celebra su cumpleaños. Sean Connery tiene hoy 81 años. Es más joven que Moore, pero sin embargo Connery hizo de Bond antes que Moore: este dato es maravilloso. Connery tenía un problema: la alopecia. Bond no puede ser ni calvo ni bajo ni gordo. Es la estética de la santidad occidental. Un canon plástico muy bien establecido, muy riguroso. Un kilo de más acaba con Bond. Una entrada o una cana también. Sean Connery medía un metro ochenta y ocho cuando hizo de 007. Tenía 32 años cuando interpretó a Bond en su nacimiento cinematográfico. Estaba muy delgado. Me imagino ahora mismo, en este 2012, a Connery delante del DVD, viendo “007 contra el Dr. No”; veo a un octogenario llorando de nostalgia, o de desesperación. Bond es inmortal, Connery no.
EL AMOR
James Bond no sería nada sin sus mujeres. La forma de amar made in Bond es toda una invención, que a mí me gusta relacionar con la tauromaquia española, con la simbología última del amor y la muerte. Las chicas Bond suelen ser malignas y traidoras, y bellísimas, salvo una, la elegida para ser honesta y digna. Siempre se abre la posibilidad del matrimonio, para que la clase media occidental pueda sintonizar un poco con 007. Bond se acuesta con las mujeres malignas a la primera de cambio. Las besa enseguida. Ellas quieren matarle y él lo sabe, como en la tauromaquia. Todas las mujeres de la tierra solo tienen un destino: que Bond las bese. Ya en “007 contra el Dr. No” Connery se acuesta a la primera de cambio con una mujer oriental, confidente malvada del Dr. No. ¿Hacen el amor? En el cine de los años sesenta las elipsis eran especulación metafísica hegeliana. Parece que sí. Pero esto es como preguntar si a los tipos a quienes Jack Lemmon presta la llave de su piso en la célebre El apartamento llegan a fornicar realmente, o es solo una posibilidad ridícula de guiones timoratos. Y, por fin, llegó el ángel rubio, el Bond del siglo XXI. Llegó Daniel Craig, un Bond de un metro ochenta, silencioso, hermético, y, por supuesto, también inmortal. ¿Cuánto años tiene? Tiene la edad de la inmortalidad. La edad del Amor errante. Craig es un Bond posmoderno. Es un hombre tan acabado como luminoso. La soledad de su rostro se ha convertido en belleza imperturbable. Craig es mi Bond favorito. Su metro ochenta me parece más razonable, más humano que el metro ochenta y ocho de Connery o el metro ochenta y nueve del efímero Lazenby, unas estaturas monstruosas, típicas del monstruoso siglo XX. Y ahora ya vivimos en el siglo XXI. Hay una cualidad esencial en Bond: es un arcángel, un enviado. Es una cualidad teológica, que le otorga la licencia para matar. Craig simboliza el Amor. El Amor absurdo y sin objeto, el Amor actual.
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MV, ABC cultural, 18-2-12
2 comentarios:
La verdad es que cualquier tipo de efectos especiales de los 60,70,80,90, han quedado deslocalizados, jajaja, según que películas te dan un poco de pena, es verdad. El último Bond al que aludes, no sé si es el mismo que ha trabajado en el Topo, si es él, me encanta, tan delgado y negro, tan melancólico, tan europeo aunque no lo sea.Tan inmortal. La verdad es que veo dos realidades distintas: una la que sale a través de las pantallas y otra la que veo a pie de calle; como compenderás es mucho mejor la pantpantalla: deberías leer a Vicente Luis Mora y su Lectoespectador, si no lo has hecho ya.
Mucho mejor así el texto que el escaneado cutre de antes, que la modernidad hay que demostrarla también.
Saludos
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