martes, 9 de marzo de 2010

UN ARTÍCULO-DEBATE CON RAFAEL REIG A PROPÓSITO DEL CONCEPTO DE NOVELA, EN "ABCD"

NOVELAS "PARODONTAX"
Mi admirado Rafael Reig escribió en su serie “Lecturas y Relecturas” en ABCD unas reflexiones al hilo de mi novela Aire Nuestro (Alfaguara, 2009). Se preguntaba Reig sobre los límites de la novela, y hasta dónde se puede transformar en función del mantenimiento de los cánones del género: argumento, personajes, etc. Respecto a mi libro Aire Nuestro mi convencimiento es total: es una novela, en el sentido cervantino del término, pero no en el sentido galdosiano. Tampoco hay que olvidar que Galdós no fue Dostoievski. Y que el mejor texto del siglo XX, Luces de Bohemia, de Valle-Inclán, es una narración sin género. La grandeza de Valle-Inclán reside en la pertinencia moral de lo que se cuenta en Luces de Bohemia. Valle mezcló novela y teatro por un imperativo moral, no por transgredir las leyes retóricas del teatro.
SOMBRA DE LA REALIDAD
Cervantes inventó una máquina de narrar ilimitada, inventó una goma de mascar, susceptible de acomodarse a cada época. Lo que Cervantes inventó es la sombra de la realidad, y eso es más una invención moral o filosófica que una invención retórica o formal. Don Quijote es, además, una road movie. El hilo conductor de mi novela, que es el que echa en falta Rafael Reig, es el mando a distancia. No es la vida de un hombre en el camino. Es un mando a distancia que enciende y apaga una televisión, que cambia de canal. Se supone que detrás de ese mando a distancia hay una voluntad humana. Mi novela sería una road movie tecnológica: el camino se ha transformado en un mando que emite ondas. Pero lo que más me interesa de este debate es la consideración moral de la novela, más allá de la forma. Este imperativo moral apuesta por que el texto narre asuntos relevantes y expresivos de nuestro tiempo, que el estatuto de novela no lo otorgue el cumplimiento escrupuloso de las convenciones decimonónicas del género sino la pertinencia de lo narrado. En ese sentido, Aire Nuestro sería una novela moral. Como una novela moral es Luces de Bohemia.
Pero podríamos ir más lejos, y decir que Aire Nuestro no es una novela. Entonces, ¿qué es? Si dijera que Aire Nuestro es un libro de relatos, creo que me situaría mucho más lejos del acierto en la definición. Para eso sirvió la invención cervantina, para que la novela fuese maleable y dúctil. Creo que fue Francisco Umbral quien dijo que la novela en España era una superstición. Ya viene importando poco el género literario; al menos, a mí me importa poco. De otro lado, la hibridación de géneros y el impacto que las nuevas tecnologías están teniendo en la literatura es un hecho incuestionable. El blog, internet y la televisión han inoculado un virus en el estatuto de la narración. Pero ese virus es como el Sida, tarda años en manifestarse. Hasta dentro de treinta años no se hará visible el virus. El virus sólo ha llegado. Cuando se haga visible el virus, bueno, espero no perderme el espectáculo.
MARCAS NUEVAS
La idea moderna de género literario procede, además, de la configuración pequeño-burguesa de la literatura. Hay más de un millón de novelas que cumplen escrupulosamente los cánones retóricos de la novela del siglo XIX. Ahora empieza a haber una cuantas que no tienen claro ese canon, escritores que dudan de que la vida de la gente tenga una trama, que la vida sea un asunto de planteamiento, nudo y desenlace. La literatura española debe tener de todo, debe dar un servicio completo a sus lectores, eso es lo que está pasando. Hace tiempo que no nos conformamos con pedir una San Miguel. Hay docenas de marcas nuevas. Mi novela es, en ese sentido, una marca de cerveza nueva. Es cerveza, sí, pero sabe como a otra cosa. ¿Pero te gusta? Sí, ¿pero por qué no sabe a cerveza normal? El otro día probé una marca de pasta dentífrica que se llama “Parodontax”. Está hecha con plantas. La primera vez que la probé me pareció asquerosa. Casi tiro el tubo por la ventana. Me irrité. ¿Por qué me habían vendido esa cosa nauseabunda? Sin embargo, noté algo, algo raro se me quedó dentro, algo que me llevó a probarla de nuevo. Ahora solo uso “Parodontax”. Es un dentífrico excitante. Te llena la boca de plantas infames, pero me apasiona. Las grandes empresas culturales del siglo XXI (y la literatura es una multinacional rabiosamente interesante) van a tener toda clase de clientes, iba decir toda clase de dientes. Semejante clientela diversa acabará desmoronando el discurso lineal de la Historia de la Literatura. No podrá haber una sola Historia prestigiosa de la Literatura. Nadie creerá en nada. Y menos en un estatuto retórico. Más nos vale escribir con amor.
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Manuel Vilas, ABCD, 6-marzo-2009.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí.
Cuando la leí me pareció un no se qué que queda.

Anónimo dijo...

No tengas miedo de estar solo, si solo fue lujuria desde el principio.
Es una frase del libro que no comprendía bien.Creo que ahora, sí.

Yo uso dentífrico de farmacia, también, desde hace bastantes años. Son caros, son mejores claro, en eso estriba el negocio justamente.Hay tantas cosas incomprensibles, injustas, y en realidad solo se trata en muchos casos de ignorancia, algo tan simple, algo que puede acarrear tanto dolor. Quizá escriba algún día sobre la ignorancia, pero también, sobre lo peligroso de la confianza, la honestidad en un mundo que hace años empezó su cuenta atrás.
Un beso, con amor!

Anónimo dijo...

Que si cánones, que si etiquetas, lo nuevo, lo viejo. La cosa está ya lo suficientemente madura para escapar de binomios que resultan insuficientes y, además, poco probables, me parece. Tal vez se trate solo de contar, ya sea algo o nada. Es igual. Al final, tantas marcas nuevas corresponden a la diversidad de gustos; y resulta enojoso usar términos comerciales con respecto a estos temas tan, em, "elevados". Preguntarse por la necesidad de nuevas formas o la de mantener las viejas es algo así como preguntarse el por qué del universo, una pregunta inútil. Claro, que hay radica su belleza, porque ciertas cosas solo pueden ser bellas, y nada más. Así el arte, belleza inútil. La moral que lo anime, al autor de una parte, al receptor (también autor si se quiere) de la otra, la forma con que se vaya a definir, en el fondo parece ser tan solo una actitud sentimental; otra cosa inexplicable. En fin, no sé a qué tanta vuelta acerca del tema. No se puede preguntar por el por qué, ni tampoco por una utilidad. A lo sumo cabría responder algo así como: "otra manera de experimentar el tiempo". Y eso es todo, ¿no?, el tiempo, digo.

J.

Isaac González dijo...

¡Ay!(Suspurio de aburrimiento)
Yo me quedo con el parodontax, que me gustó que no veas, y llega donde otros no lo han hecho nunca; y si no es novela:
¡A la mierda la novela!

Dr.J dijo...

La mezcla habitual, pincelada de Murakami, fotitos de Sebald y al fondo Nabokov y Borges sordomudos. ¿Pero nadie se ha dado cuenta del plagio descarado de La guía del autoestopista galáctico? (sin valor legal, claro) Y Fernández Mallo, físico, ¿puede aguantar las banalidades de neutrinos y quarks...yo tengo relatos de 4 páginas y 15 años más modernos. Dr.J