Llegué a él por puro azar. Un azar mezclado con mi pasión por la literatura y una paciencia infinita que me hace no desistir del empeño, aunque lo que vaya encontrando en el camino sea para que se le quiten las ganas a cualquiera. Así que, intentando encontrar una
aguja, fui saltando de un blog a otro, como en una rayuela, hasta acabar en
Manuel Vilas. Conseguí rápidamente
Calor, que era el único disponible en las librerías. Lo leí en busca de una aguja y descubrí que lo difícil iba a ser encontrar la paja. Lo volví a leer una segunda vez y una tercera y ahí confirmé que estaba ante un escritor impresionante, de los que impresionan. En cada lectura aparecían matices nuevos e incluso visiones completas del poema que me habían pasado inadvertidas; literatura viva de la que crece y se ramifica con cada nueva lectura. Después vinieron
España,
Resurrección,
Magia,
Zeta y
El Cielo, uno tras otro, sin descanso. Y en ninguno de ellos hubo la más mínima decepción.
Ahora, con un poco de reposo, intento dar forma a una sensación extraña, una sensación que no había tenido antes con ninguna otra obra. No voy a hacer un análisis muy racional, ni muy estructurado, sólo voy a intentar describir una sensación. Se supone que me he leído algo así como dos novelas, un libro de relatos y tres libros de poemas, pero no tengo ninguna estructura parecida a eso en mi cabeza, sino una sensación de continuidad, con dos tipos de formatos ligeramente distintos. Y dándole vueltas a mi sensación, recordé
Como ser John Malkovich y pensé «es eso, yo he estado en la mente de Manuel Vilas, he visto lo que él ha visto, he sentido lo que él ha sentido, me he reído y he sonreído con él, he escuchado sus pensamientos». Y he descubierto un mundo que no es el mundo que yo veo, aunque contacte con el mío en algunos puntos, un mundo un poco desconocido para mí. Y la experiencia ha sido indescriptible. He conseguido ver a través del ojo de otro, por eso hoy está aquí. Porque Manuel Vilas no hace una exposición de sus ideas, no muestra sus tesis, no da lecciones ni hace grandes análisis, sino que te muestra lo que ve. Y mirando a través de esa capa de la superficie, el lector puede armar o extraer, de una forma poco convencional, ese fondo, esa estructura profunda que demuestra que esas visiones surgen del fondo de un pensamiento nada trivial. Pero además es que la estructura superficial es muy profunda.
Y en medio de estas sensaciones, vuelve a mi cabeza el viejo tema: qué hace que yo no tenga ninguna duda de que estoy ante una obra maestra. Así que me he puesto a la tarea de intentar dar un poco de rigor formal a mi pensamiento; no es que yo lo necesite para disfrutar de la literatura, pero por qué no intentarlo. Y qué mejor forma que acudir a otra de mis grandes pasiones: la ciencia y, en particular, las matemáticas. Siempre me atrajo, no sé muy bien por qué, la definición de condición necesaria y suficiente, y siempre me encantaron las condiciones que cumplían los dos requisitos a la vez. Porque ser condición necesaria pero no suficiente es ser una condición un poco marginal, está ahí pero no pasa a ser la prueba importante. Las condiciones suficientes pero no necesarias son como las herramientas que en un momento te resuelven el problema pero no te dan la solución. Así que no hay nada como las condiciones necesarias y suficientes.
En este contexto, una condición necesaria vendría a decir: si algo es una obra maestra entonces lo tiene que cumplir, pero no todo lo que lo cumple es una obra maestra. Algunos ejemplos de condiciones necesarias pero no suficientes que Manuel Vilas cumple sobradamente:
Ser original, no repetir los esquemas previos ya sea en cuanto a las ideas o en cuanto a las formas; como mucho repetirlos en una de ellas pero nunca en ambas a la vez. Es curioso, porque este punto, en el que coincidiréis la mayoría, es el que más distancia a un autor de los lectores medios de su generación. Es como si a la mayoría lo que le gustara es reconocer esquemas, ideas, que le cuenten lo que ya sabe y de la forma en la que se lo han contado siempre; reconocerse en lo que lee. Pero los genios no nos dan eso. Qué tiene de original Manuel Vilas:
Es una visión diferente sobre el siglo XX-XXI, lejos de la crítica social y de los tópicos repetidos hasta la saciedad, de los análisis ya vistos sobre el capitalismo, el consumismo, los pobres, los ricos, el hombre urbano desterrado del paraíso… Manuel Vilas muestra nuevos aspectos:
“Ninguna revolución a la vista, ninguna clase social tratando de salir de la mugre. Esta mugre inmensa. No hay fusilamientos de tiranos. No hay ni tiranos. No hay violaciones de las hijas adolescentes de las reinas neuróticas. Hay presidentes de comunidad de vecinos. Este aburrimiento universal. La gente cumple cuarenta años y luego cincuenta. Y luego se mueren y es como si nunca hubieran estado vivos. Ricos y pobres, vivos y muertos. El Mal me calienta el hígado.”
“Yo desconozco el arte de hacer dinero. Veo que la gente se hace rica, veo que la gente se esfuerza en hacerse rica y sonríe con vehemencia mientras se enriquece. El dinero es la vida. En eso se ha resuelto la democracia española: el dinero es la vida.”
Es más, aunque he leído en varias reseñas que hace poesía social yo no veo eso por ninguna parte, salvo que se haga siempre que uno muestra la realidad tal y como la ve. Probablemente ese análisis esté más en la mente del que lo lee. El autor presenta la realidad y el que lo lee aplica su vara de medir sobre ella.
También da un nuevo giro a la imagen del perdedor, o mejor del ser humano (al fin y al cabo la inmensa mayoría somos perdedores), y lo recubre de un nuevo humanismo. No es realismo sucio, es una resurrección del hombre, que estaba un poco desterrado desde Kafka. Así que de nuevo, pese a todo lo visto, pese al absurdo de la vida y del propio hombre, aquí seguimos aferrados no se sabe muy bien por qué. Él nos ofrece una especie de solución: por la propia vida, así sin más. De forma que en cierto modo el hombre vuelve a recuperar su sitio en el mundo. Pero además, recupera al hombre que no sólo vive sino que siente y piensa.
“Salí de la iglesia de nuevo. Entré en casa. Bajé las persianas hasta que todo quedó a oscuras. No reniego de nada. Soy absolutamente un hombre normal, pero busco. No puedo negar mi naturaleza, no puedo negar la verdad.”
Evolucionar sobre la tradición, haber internalizado de alguna forma los logros de los que le han precedido. Es curioso, una de las cosas que más me ha sorprendido al leerlo es que me he reencontrado con la generación del 98, pero pasada por el siglo XX. El dios en el que no se cree pero que está presente, desde un ateísmo irreverente pero con línea directa con dios, y el humanismo del que hablaba antes.
Conectar con el lector. En algún momento debe activar alguna sensación en el que lo lee. Como dice Francisco Serradilla “quizá los poemas no son sino programas destinados a producir determinados efectos en la mente que los procesa; quizá no el mismo efecto en cada mente, quizá no el efecto que el poeta pretendía, pero esto qué más da.” Manuel Vilas es de esos autores que pueden conectar con muchos lectores, porque no necesitas haber pasado por las referencias por las que él ha pasado, no necesitas haber leído, ni escuchado ni vivido lo que él; lo ha internalizado y lo que te muestra el resultado de su proceso.
En una conferencia habla de leer a Hegel y escuchar a los Rolling sin distinción alguna y afirma: “Ambos ocupan el mismo espacio en mi cabeza, y se terminan mezclando”. Ya lo creo.La condición suficiente sería aquella que toda obra que la cumple es una obra maestra, pero no implica que toda obra que no la cumpla deje por ello de ser una obra maestra. Estas son para mí más complicadas en este contexto, porque habría casi tantas como genios, así que genéricamente la podemos definir como haber pasado a formar parte del canon de la historia de la literatura. No tengo duda de que si las nuevas generaciones siguen teniendo algo parecido a la literatura (aunque tal y como está el panorama no lo veo muy probable), Manuel Vilas estará ahí.
Y llegamos a la condición por excelencia, la condición necesaria y suficiente. En el caso de la literatura, no tengo ninguna duda de que tiene que ver con el lenguaje, con el uso personal y particular del lenguaje que haga el autor, que no parezca un ejercicio de estilo o, como abunda ahora, un ejercicio escolar. Así que quizá la mejor descripción de lo que constituye una condición necesaria y suficiente para que algo sea buena poesía, es la que propone otro de los grandes escritores de nuestra época
Alber Vázquez, haciendo uso del lenguaje futbolístico:
“[…] lo primero que un poeta debe hacer, cuando se topa con el contrario, es arrearle un cabezazo en el esternón para, así, dejarle sin respiración. Y una vez que el defensa esté en el suelo e indefenso, tienes que darle con el puño cerrado en la cara hasta que te sangren los nudillos. Si los nudillos no sangran, no pares, porque todavía el tipo no ha recibido lo suficiente. Y al balón que le den por culo. Y al defensa contrario, que le den por culo. Y a toda la puta afición que atrona en la grada que se la lleven los mil demonios. Pero tú dale fuerte al puto defensa. Con saña. Hasta que te pida, por tu santa madre, que pares. Entonces, sólo entonces, estamos hablando de poesía, de auténtica poesía cuya lectura te sacude las entrañas.”
Y hacer esto sin el más mínimo uso de la violencia, con la suavidad con la que lo hace Manuel Vilas.
Por tanto, podríamos resumirlo en que la condición necesaria y suficiente es escribir de puta madre, pero esta demostración os la dejo para que la hagáis vosotros sólos. Tenéis de entrada seis libros para hacerla. Y un magnífico análisis de su obra por
Miguel Espigado. Yo he visto en sus libros lo mismo que él, así que el mérito debe ser del autor