jueves, 18 de octubre de 2007

LA ABUNDANCIA LITERARIA



Algunas veces me he preguntado por qué se escribe tanto hoy en España o por qué hay tantos escritores. No hago la pregunta con intención censora, o con ánimo de vituperar la abundancia como un síntoma de falta de talento. No. Cambiaré la pregunta para mostrar lo que pretendo: por qué escribo yo y escribimos tantos y no escribieron nuestros padres, ni escribieron nuestros abuelos, ni nuestros bisabuelos. La respuesta es curiosa: escribimos porque podemos escribir, porque fuimos a la universidad, porque pudimos comprar libros, porque tuvimos tiempo para leerlos, tiempo para hablar de los libros, porque, en definitiva, nos dejaron escribir. Mi padre, de haberle pasado lo que a mí, podría haber sido escritor perfectamente. Pero no tuvo la ocasión. Imagino a los padres de un montón de escritores de mi generación, o de generaciones precedentes o de generaciones más jóvenes, padres que no escriben porque no pudieron escribir.
No me interesan ahora los logros literarios, sino que lo que me interesa es la sociología del hecho de que ahora haya tantos escritores en España, escritores hijos de una clase media, clase media baja en mi caso, que consiguieron ir a la universidad porque España, simplemente, había entrado en una etapa de prosperidad económica. Había becas. Yo estudié la carrera de Filología Hispánica con becas, entre los años 1980 y 1985. Y las últimas becas ya eran cuantiosas. Me permitían estudiar sin tener que pedir un duro en casa. Eso mi padre no lo tuvo, mi abuelo menos, mi bisabuelo…mejor no sigo. Yo escribo en definitiva porque la España que me tocó en suerte me permitió estudiar y me permitió escribir. Este hecho no es tan circunstancial, y no por obvio deja de ser perturbador. Es un hecho perturbador si lo entendemos en toda su profundidad. Significa una injusticia demoledora. Mi vocación literaria nació en el bachillerato, no antes. Si yo no hubiera estudiado el bachillerato, como no pudo estudiarlo mi padre, no hubiera nacido en mí ninguna pasión por la literatura o por la escritura. Me hubiera embrutecido en cualquier oficio. Me hubiera convertido en otra persona. Pienso a veces en esa otra persona. Me veo en una fábrica, en una tienda, en una oficina pequeña, en una nave industrial de las afueras.
Como mi padre no escribió, y habla poco, yo creo que nunca llegaré a saber cómo fue mi padre. Cómo es mi padre sí que lo sé, más o menos. Si mi padre hubiera escrito, sería diferente. Los hijos de los escritores de mi generación sí sabrán cómo fue su padre, qué mundos inventó, qué cosas escribía, qué pasiones tenía. La escritura graba una memoria familiar también. Hay un uso privado y primordial de la literatura. La clase media española que llegó a la universidad y dio escritores dejará escrito su mundo. Eso es nuevo. Una nueva memoria, una nueva conquista. Hay más escritores, claro, y eso es magnífico porque significa que hay más progreso, desarrollo y reparto. Muchos amigos escritores se asombran cuando les pregunto por sus padres, cuando les pregunto que por qué creen ellos que sus padres no escribieron y ellos sí escriben. Las posibles respuestas desazonan.
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Nota 1: Recupero este artículo, que publiqué en "ABC" hace unos cuatro años, más o menos, igual son cinco. No me acuerdo, y no me importa. Igual fue hace seis años. Lo he encontrado por azar en el disco duro. Lo he leído y bien, está bien, como yo. MV.
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Nota 2: Realmente no sé por qué he colgado este artículo. No me gusta nada. Me parece una rayada. No sé por qué escribí ese tostonazo. Yo no escribo así.
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Nota 3: Yo creo que ese artículo no lo he escrito yo. No me reconozco. ¿Cuántos soy, dios, cuántos? Y de entre tantos, quien es el que es.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

El artículo, pese a uno de los Manuel Vilas psoibles, abre un debate sumamente interesante. Sociológicamente es impecable: el panorama que describes es tal cual. Pero, me pregunto, ¿realmente hoy escribe más gente que antes? Dejemos aparte el analfabetismo. A principios, mediados de siglo, mucha gente (el que sabía escribir) mantenía una especie de diario, de diálogo consigo mismo, sin ambiciones literarias: se explicaba el mundo a través de pensamientos acaso fútiles pero que le descubrían quién era, quién quería ser en realidad. A veces aparecen esos diálogos, esos monólogos, esos escritos íntimos y nos dan una idea de una España tal vez salvaje pero real. (Suprimo el "pero").La literatura no es sólo el afán de publicar; es el encuentro con la palabra, con uno mismo que no es sino el reflejo externo, lo que los otros ven, cómo el otro nos mira. Realmente, acaso sea posible que buena parte de la gran literatura (perdón por lo de "gran". ¿Quién decide qué es "gran" literatura?) no sea sino apuntes que uno escribió para sí mismo sin más ambición y que nunca debieron ser publicados. La carta el padre de Kafka tal vez sea un ejemplo (hablo sin mayor conocimiento); Proust (ambición aparte) podría ser un cronista excepcional de hemeroteca sin pasar por editoriales o Beckett haber dejado sus escritos en servilletas de papel en un bar dublinés o parisino. Thomas Mann no: escribía "para" los otros. Stendhal lo mismo, pienso. Eso no es malo. Borges también. Hay escritores que sin lector no son escritores. Pero hay otros que, sin lector (o textos sin lector) siguen siendo extraordinarios, aunque, para afirmar eso, es necesario, claro, haberlos leído. Ciertas páginas, ciertos libros, gozan de una intimidad y una calidad que aunque sólo hubiese un lector que, por azar, por herencia, hubiese recibido ese texto, ya estarían justificadas. Bueno, Manolo, es una apreciación apresurada, sin matices, urgente, que hago de tu texto. O de un texto de uno de los múltiples Manolo Vilas que existan. Pero ten por segura una cosa: no hay ningún Manuel Vilas que escriba mal. Ni uno. Aunque lo lean, aunque no lo lean. Y escribir es un acto, publicar otro: éste se deriva del primero pero sin el primero nunca existiría el segundo; sin el segundo, el primero seguiría existiendo. ¡Hostia! Me salió algo que no sé si es Camino o Armando Manzanero. Abrazos.

Doberka dijo...

Tienes mucha razón Manuel, cuando dices: que la España que te tocó te permitió estudiar. Pero también es una suerte que pudieras tener el apoyo necesario en tu circulo familiar más cercano, porque eso es un estímulo primordial. Yo sólo pude terminar octavo de E.G.B. y me gradué gracias a que el director(que también era profesor) convenció a mi madre de que, valía para estudiar, y el titulo de graduado me ayudaría a encontrar trabajo y por eso lo terminé, pero tenía que apañarmelas para que mi padre no me viera haciéndo los deberes porque según él: eso se hacía en el colegio. Y si me veía me rompía todo. Y si no los hacía algunas veces recibía bofetones de algún profesor(esos bofetones no mataban a nadie(no hay escusa que valga, lo sé), pero te avergonzaban)así que cuando había examen me levantaba a las seis de la mañana, que era cuando mi padre se marchaba. Por aquel entonces(donde me he criado), a las chica sólo se les educaba para trabajar
en lo que fuera, por que había que entregar el sueldo en casa y para casarte, tener hijos, etc. Mi madre quiso ayudarme, pero no salió como esperaba y yo no pude descubrir que me apasiona el mundo literario hasta ahora. Pero alguien me dijo: "que nunca es tarde para la literatura". Y tiene toda la razón.
Estoy de acuerdo con José María, no podrías escribir malamente ni adrede, Manuel. Y ya creo que he hablado demasiado así, que me callo. Esto si que es una rayada.
Un abrazo MVV

Fernando dijo...

Encontrar el punto razonable a lo que dices, eso es complicado, es evolución social, cambio de mentalidad, de régimen politico y de circunstancias historicas...a finales de los 70 recuerdo ir a una manifestación y entre otras cosas se gritaba "obreros a la universidad"...quizás es una chorrada lo tuyo o es tan importante que hasta a ti, sagaz siempre, se te escapa de las manos por lo caudaloso de su contenido...casi vale para un ensayo...abrazos CV

Pepo Paz Saz dijo...

Manolo, Manuel, si te pone más también yo te diré que me gusta leerte. Y que me alegro de que estudiaras Hispánicas y también de estrecharte la mano de dos años para acá en la velada que monta por febrero Paco, el de Cálamo. Yo creo que el M. V. que firmó este artículo hace años en ABC sigue estando aquí. Torrencial, irónico, sorprendente. También yo fui de los que pudieron ir a la universidad gracias a que mis padres se pasaron toda la puta vida trabajando, desde niños. Y a que mis abuelos tuvieron un oficio y se debieron dedicar a echar yeso o montar armarios en medio Madrid de posguerra y barriada de aluvión. En la última mudanza, cuando tuve finalmente que tomar la decisión de abrir los armarios y cajones que ellos habían dejado a su prematura muerte, mientras miraba con ansiedad cuadernos y lapiceros y corbatas y pañuelos, todavía tuve tiempo de descubrir que mi padre escribía otras cosas, pero que tenía ya ese talento que yo creí descubrir en mí llegado de la nada cuando en sexto de egebé un compañero de clase me pasó un libro de Mark Twain y recordé que a los diez años ganaba con la gorra los concursos de redacción del cole, los que te llevaban a la factoría de Clesa o al Salón del Automóvil. Por eso sí que soy capaz de imaginarme a mi padre escribiendo en soledad sobre un cuaderno rayado de hojas amarillas, su letra ordenada y transparente dejando al fin memoria de un tiempo de afrentas y oscuridad. Lo quiero imaginar así ahora en vez de recordarlo callado por miedo, por ese miedo de todo niño que nació con el año de la guerra y tuvo que vivir la larga travesía de los perdedores en el convencimiento de que eso sería mejor para nosotros, para los que luego pudimos ir a la universidad y licenciarnos y trabajar en una oficina haciendo papeleos como los que en su tiempo habían podido ir a una academia de máquina a repasar las lecciones mientras ellos, nuestros padres, montaban radios y vivían en silencio.

La consulta del doctor Casado dijo...

MV es un narrador extraordinario, tal vez por eso su proyeción pública no tenga la relevancia que merece. Vivimos en España no lo olvidemos.
Respecto al artículo es cierto, mucha cantidad. De la calidad ni hablamos, sería terreno pantanoso.
Termino aludiendo a los blogs, que son como los diarios del abuelo pero con la participación impúdica de un público heterogéneo y a veces deleznable. Todo el mundo escribe. Y al final pasa como en las terrazas, ora paseamos ora nos sentamos a ver pasear.

Unknown dijo...

Pero entonces ¿quién escribe? ¿quién lee? ¿quién se masturba o se sienta en las terrazas? ¿lo decides tú, Salvadoc?

Doberka dijo...

Querido salvadoc: Ya me gustaría a mí entrar en eso que llamas "terreno pantanoso", porque en ese terreno hay más vida de lo que algunas personas son capaces de ver. Y la literatura es "vida" ¿o,no?. Ota cosa, yo que tú no me preocuparía por la proyeción pública de MV, porque su literatura se lee con intensidad, y este hecho, más tarde o más temprano hará que se extienda por sí sola. No es necesario tu desvelo, pero si no lo puedes evitar, te tranquilizará saber que algunos autores más extendidos no le llegan ni a la punta de los talones.
Y la verdad es que tienes razón en lo que dices de los blogs. Por eso tu tambien participas, aunque, a veces te cueste un poquillo enterarte de lo que estás leyendo, pero siempre se puede mejorar. Yo soy un claro ejemplo, jejeje.
Un Abrazo a todos en especial para salvadoc y para MVV.

Anónimo dijo...

Hola, Manolo:
Yo suscribo tu artículo, el de antes y el de ahora... y podría suscribir también parte de tu "biogeografía literaria" y me gustaría hacerlo porque yo también... mejor dicho mi padre tampoco escribía.
Mi madre sí, en unos cuadernos aplicados de escolar... escribía recetas, pensamientos, refranes, historias curiosas que oía a veces en la radio... No somos hijos de analfabetos, síno quizás de una generación que apostó también porque sus hijos estudiasen, para llegar más lejos, según ellos.
Yo tampoco estoy muy seguro, mi abuelo estaba seguro de casi todo, mi padre comenzó a dudar y yo no estoy seguro de casi nada.
Un abrazo.
Mariano Ibeas

Anónimo dijo...

Mil gracias a todos por los comentarios. Bienvendio Pepo, estás en tu casa.
Abrazos,
Manuel Vilas

Javier López Clemente dijo...

Mi padre no escribía, tal vez alguna carta, pocas. Él no tenía ete teclado negro ni falta que le hizo porque cuando se bajaba de las doce horas (o más) de camión tenía el ingenio natural de contar. Jamás podré, ni de lejos, acercarque a su ingenio como contador de sucedidos que se inventaba pero que a mis oídos, y a los de todos los niños de la calle, eran historias de verdad. A ese ingenio no se llega ni con mis faltas de ortografía, ni con las entradas a las bitácoras ni con las becas de régimen. Para eso sólo hace falta talento.
Y una pregunta Manuel ¿Hay talento en las fábricas de Zeta?

Salu2 Córneos.

Anónimo dijo...

Pues a mí el artículo me ha gustado, aunque el autor no se sienta ya el autor... y sí, probablemente tengamos más facilidades para leer, para estudiar, más tiempo libre para escribir, más cultura y educación... pero también tenemos más distracciones, más cine, alcohol, drogas...

Una cosa lleva la otra, además... antes también se escribía :P

Grace en el País de Las Maravillas dijo...

Escribimos, tal vez, para resucitar, o para que nos resuciten.
Y si me permite el atrevimiento, después de la de Luis Rosales, su Resurección es una de las más efectivas.
Aunque que sabré yo que he muerto tantas veces...