
Necesitamos recordar constantemente a los Beatles, cada cinco o diez años, dependiendo de nuestro grado de desesperación sentimental. Porque los Beatles simbolizan la primera humanización lúdica del capitalismo. Fueron como un descanso general que se tomaba la Europa occidental, un fin de semana para salir de copas, para olvidar las fábricas, la industria y el salario. Los Beatles nos regalaron la invención del fin de semana, del tiempo libre, de la vida más allá del trabajo y la familia. Lo más genial de los Beatles fue imaginar la idea de que existía la juventud: la juventud como mercado global. Los Beatles fueron la demostración palmaria del dominio absoluto de la cultura anglosajona sobre cualquier otra manifestación popular. Los Beatles trajeron una energía cultural revolucionaria y llevaban en su ADN la dinamita que iba a hacer estallar por los aires a la alta cultura. Acabaron con la aristocracia de la ópera, de la literatura, de la pintura y de la filosofía. Elvis fue el profeta descomunal. Pero volvemos a los Beatles porque el tiempo de los Beatles es un tiempo sin culpabilidad. Los años sesenta eran años utópicos. No ha vuelto a haber utopías. La nostalgia de la utopía hace que amemos locamente a los Beatles. Perduran y perdurarán. Se pulieron a Beethoven en tres minutos, lo que dura una canción. Cuando este mundo mute en antimundo, seguirán sonando los Beatles. Para mí es el fenómeno más hermoso desde que estalló el Big Bang. Su música es el mayor espectáculo del universo.
......................................
Columna publicada en "Heraldo de Aragón", 11-septiembre-09.