He sentido mucho la muerte de Ballard. Ballard era un escritor sin parecidos. Casi no tenía frenos ni morales ni sentimentales. Me inquieta que no haya más escritores como él. Me preocupa que sea tan excepcional. Creo que su excepcionalidad es de carácter épico, y se basa en la contundencia humana de su imaginación. Sus libros no hablan del ser humano, sino de la colectividad humana. No me interesa el ser humano. Me interesan las estructuras humanas. No el sentimiento, sino la vida industrial, material, política, administrativa y automovilística. No el consuelo ni la cortesía, sino el hematoma. No la tradición literaria, sino las ruedas de mi coche, su laberinto de rayas en donde mi vida se decide cuando voy a 150 por una autopista con lluvia: Una autopista española con carteles en tres idiomas autóctonos y los tres absolutamente prescindibles.
lunes, 20 de abril de 2009
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