Me ha gustado mucho, mucho "El mapa y el territorio" de M. Houellebecq. Sobre todo, el asunto del asesinato del propio Houellebecq. Pero ese tío, el Jed Martin, el protagonista de la novela, tenía que haber hablado conmigo antes de que se lo tragase el pesimismo ese tan ilustre como banal; yo le hubiera orientado la vida.
Jed Martin hubiera sido más feliz de haber hablado conmigo un rato. Hubiéramos visto juntos en una buena tele de plasma dos series televisivas fundamentales: "La casa de la pradera" y "Verano azul". Esto hubiera bastado.
Yo creo que si Hemingway lee la novela de Houellebecq le da 2 santisímas y sonorísimas hostias al pobre Jed Martin. Es broma, broma, broma, siiiiiiiiiiiiii.
Me ha dado pena Jed Martin. Tan rico, con sus millones de euros encima, y tan tontainas, tan desgraciado, tan enfermizo; no sé, mejor decirlo claramente: tan imbécil. Como yo casi, pero no.
Es que en la vida se puede ser de todo menos desgraciado.
Vilas ya no contempla la admiración intelectual. Ya otra cosa es lo que contempla. Ah, amigos míos, sí, otra cosa.
La novela, por supuesto, es excelente. Y lo que pasa, muy probablemente, es que me ha gustado demasiado, me ha herido el corazón. El final es hermosísimo.